CHUST, MANUEL
Presentación. Réquiem por ¡Vivan las cadenas!, Manuel Chust
Capítulo 1. En medio de un tiempo revolucionario hispano: 1820-1824, Manuel Chust
Capítulo 2. ¡Al grito de patria y libertad! La transición política del virreinato de la Nueva España a la república federal mexicana, Mariana Terán Fuentes
Capítulo 3. Centroamérica en la senda de Cádiz, 1820-1823, Mario Vázquez Olivera
Capítulo 4. Sobre quisicosas, Robespierres, Nerones y armisticios constitucionales en los últimos días de la dominación realista de la Nueva Granada: 1820-1821, Justo Cuño
Capítulo 5. El Trienio Liberal en los Andes: 1820-1824. Mucha guerra, poca revolución, Juan Marchena Fernández
Capítulo 6. Trayectorias del liberalismo español en el Río de la Plata: entre «la causa de la libertad e independencia» y «la liberalidad de los principios políticos» monárquicos (1820-1824), Gustavo L. Paz y Martín González Dombrecht
1820. El comandante Rafael del Riego obligó al absolutismo fernandino a juramentarse constitu-cional. La España del altar, el trono y las cadenas volvió a temblar. El Rey fue desafiado, no solo en las Cortes, también en la calle. El 'Trágala' resonó desafiante.
El sismo doceañista recorrió toda Europa. Y hubo réplicas en Portugal, el Reino de las Dos Sicilias, Grecia, Rusia y Bélgica. También en los territorios americanos. Un liberalismo revolucionario tras-nacional quiso arrumbar la Europa de los congresos restauracionistas y las bayonetas santoaliadas. De gran susto pasó a ser una amenaza intolerable. El transformismo fernandino acabó derrotándolo con felonía. Su larga conspiración se granjeó la invasión borbónica francesa.
«Trienio liberal», le llamaron. La reacción, ni perdonó ni olvidó. Legó a la historia española una vi-sión fatalista y extranjerizante del liberalismo hispano. Preocupada por la posteridad, legitimó y jus-tificó sus acciones contrarrevolucionarias en nombre de un pueblo supuestamente partidario de las «cadenas» y enemigo de innovaciones ajenas a la tradición católica española. Borró de la memoria popular unos Padres de la Patria constitucionales, un patriotismo cívico, la ilusión heroica por de-nostar mil años de feudalismo, la conquista de la libertad frente a la tiranía y su defensa aguerrida por los ciudadanos en armas.
Pero 1820 también viajó a Ultramar. De ello se ocupa este libro. Y esta es la novedad historiográfi-ca. También la América española se hizo constitucional. Una fiesta cívica se desató por numerosas poblaciones. Tras ella, un carrusel de procesos electorales conformó ayuntamientos constituciona-les, diputaciones provinciales y llevaron a las Cortes a diputados nacionales. Una pléyade de dere-chos y libertades anunciaron el derrumbe del Antiguo Régimen americano. Rotas las cadenas, emergieron un sin fin de contradicciones entre la vieja estructura colonial, que se resistía a desapa-recer, y los nuevos mecanismos de un estado liberal que pujaba por triunfar. Y todo ello en un es-cenario de guerra.
Comerciantes, propietarios, artesanos, milicianos, burócratas de antiguo y nuevo cuño, regidores, jefes políticos, oficiales pro y anti, caciques y comunidades indígenas, fuerzas populares mestizas, mulatas y negras, buscaron su espacio, su reacomodo en una nueva realidad acelerada y cambiante que les llevó a una «tranquila» independencia mexicana y centroamericana o una cruenta guerra de independencia en el mundo andino. Nadie salió incólume. Ni siquiera el Río de la Plata y la Banda Oriental. El potente haz de luz del faro doceañista obligó a posicionarse a todo un continente ame-ricano, tal y como muestran las páginas de este libro.
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