REY SALAMANCA, FELIPE
AGRADECIMIENTOS
COLECCIÓN MONOGRAFÍAS
EL AUTOR
PRÓLOGO. ¿MANDAMOS EN ALGO LOS CIUDADANOS SOBRE NUESTROS REPRESENTANTES? POR JOSÉ LUIS MARTÍ
INTRODUCCION
1. EL MANDATO IMPERATIVO EN LA HISTORIA
2. ARGUMENTOS EN CONTRA DEL MANDATO IMPERATIVO
2.1. EL ARGUMENTO DELIBERATIVO
2.2. EL ARGUMENTO DEL INTERÉS GENERAL
2.3. EL ARGUMENTO DE LA SUPERIORIDAD DE LOS REPRESENTANTES
2.4. EL ARGUMENTO PRÁCTICO
3. LA IMPORTANCIA DE REABRIR EL DEBATE
4. LA DEFENSA GENERAL DEL MANDATO IMPERATIVO: ¿POR QUÉ LA REPRESENTACIÓN PROMISORIA?
5. LA SOLUCIÓN CONCEPTUAL DE PITKIN
6. CRÍTICA A LA PUREZA DEL DEBATE
7. TIPOS DE MANDATO
8. CRITERIOS PARA UN COMPROMISO
8.1. DELIBERACIÓN
8.2. TEMAS
8.3. TIPOS DE PROMESAS
8.4. PROXIMIDAD
8.5. FUNCIÓN(ES)
8.6. DISEÑOS INSTITUCIONALES
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
Necesitamos, y siempre necesitaremos, de la representación política. Pero nuestras democracias son cada vez más exigentes por lo que respecta a las tareas de nuestros representantes y también, por supuesto, en lo que atañe a la responsabilidad de los propios ciudadanos y a su posibilidad de participar activamente en el control de las instituciones.
Ahora bien, la cuestión última en una democracia sigue siendo si los ciudadanos, en tanto que soberanos en una democracia, pueden realmente mandar, al menos en algo, sobre sus representantes. Las instituciones representativas integran uno de los ejes centrales y esenciales de cualquier democracia. Aun en las democracias actuales más pequeñas _ pensemos en Malta o en Luxemburgo- se requiere de representantes. Aun cuando promovamos mecanismos de participación ciudadana o democracia directa, siempre necesitaremos delegar algunas decisiones en nuestros representantes. Por lo tanto, la representación es necesaria.
Algunos teóricos han debatido sobre si, puesto que es necesaria, la representación es además deseable o si por el contrario se trata simplemente de un mal al que debemos acostumbrarnos. Hace unos años este debate me parecía crucial para comprender las diversas actitudes y concepciones existentes sobre la representación. Hoy el debate me parece más bien estéril. Depende en gran medida de cómo definamos los términos "deseable" y "mal necesario", y no aporta sustancialmente nada a lo que es verdaderamente importante. Hay muchas formas de representación, y algunas resultan más aceptables o legítimas que otras desde un punto de vista normativo, pensando sobre todo desde los valores democráticos: los valores de autonomía individual e igualdad política.
Dado que la representación es necesaria, lo que verdaderamente importa es analizar qué forma de representación resulta preferible a la luz de dichos valores democráticos sustantivos. Lo demás es poesía.
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